Cuando abres los ojos al fin y, cae la última lágrima
de dolor,
la vida te otorga una nueva página
que podrás llenar de color.
Procedo a contar la historia de mi vida que, aún poseyendo nombre de diosa, fue un completo desquicio.
Aún siendo un ser cargado de prejuicios
quise creer que no me hacía mal,
lo nuestro fue un efímero vicio
que, sin haber comenzado, ya tenía final.
De sus guerras mentales me hice yo su soldado,
teniendo por fervor de la batalla sus labios rojos.
Diciembre engañaba con tanta hoguera.
Y, ahora dime, qué vivo, si ella no está a mi lado,
de ella, cómo me despojo
si no quiero padecer otra agónica espera.
¿Por qué aguantó todos mis lamentos
si se descubrió que no me quería realmente?
Tanta efusividad sonaba a cuento
en una mujer que parecía diferente.
Los lloros y lamentos amenizaban la noche
pero, qué voy a decir, si soporté todo reproche
en una mujer que, fingía con benevolencia ser desatenta,
como para ahora llegar y decirle ``Ya no hay marcha atrás, desataste la tormenta."
Mi alma famélica y sedienta
al fin, de sus andares y mentiras piadosas
está exenta.
La paradoja que hubimos construido, está rota,
no intentes juntar los pedazos
ya que ni en la situación más remota
volverán nuestros abrazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario