martes, 9 de febrero de 2016

Efímero

He vuelto a escribir(te) y, quizás me invada una satisfacción tal que ni me haga falta fumar la hierba que escondo en mi paquete de tabaco, ni se me pase por la cabeza la idea del suicidio, solo que, como ya hiciste durante unos meses, me diste ganas de vivir.
Querida complicidad, ya marchitada, te escribo unas líneas desde mi particular y remoto planeta denominado "Singularidad" (es una manera simpática de tergiversar la marginalidad), para decirte que, lejos de ampararme en los clichés absurdos de la sociedad, eres la persona con la que no escatimaría en halagos, tal vez anticuados o medianamente elaborados y que te dejarían sin habla. Sin embargo, uno puede observar, si posee el raciocinio acorde al siglo actual que, ese halago, esa sonrisa provocada, serían fruto de la objetividad.
No sé qué es de ti, olvidé tus manías, tus besos sabor placer y, lo que es peor, tus abrazos. No recuerdo tus abrazos, aquella dualidad entre lo cotidiano y lo extraordinario que, me hacía ver cuán equivocado estaba cuando quería dar por terminada mi vida, sin tener razones de peso para ello.
Pero, tal como vino se fue, la pasión dio paso al desprecio, al odio más bien, cosa totalmente legítima pero dolorosa igualmente. Además, volvieron las magulladuras que, hicieron de este poeta un recuerdo omnipresente de tu esencia.
La primavera dio paso al letargo que, pacientemente me aguardaba.